A veces las leyendas son más herméticas y porosas de lo que uno imagina, dejando a la suerte de la humedad del tiempo, la imprecisión de la memoria y lo exacerbado de los juicios construir figuras infranqueables e inasibles en el tiempo. En su película Del olvido al no me acuerdo (1999) del director Juan Carlos Rulfo -hijo del celebérrimo escritor mexicano-, un ya entrado en años Juan José Arreola recuerda uno de los tantos rasgos frecuentes del autor de Pedro Páramo y El Llano en llamas, quien para bien o para mal, falseaba información personal en charlas, cambiaba datos y alteraba anécdotas, dejando huecos y baches sobre su pasado.
Arreola, palabras más, palabras menos, aseguraba que pese a que la obra literaria del jalisciense fue sustancialmente breve (tan sólo dos obras pilares, como bien sabemos), él nunca dejó de escribir o, en su defecto, crear a través de su talento nato para fluir en ficción, pasajes e imágenes siempre cambiantes, diluyendo no pocas veces la percepción propia entre lo que era real y no.
Tal vez Arreola, figura de obligado arraigo en las letras mexicanas, es uno de los tantos ejemplos dentro del arte mexicano más fiel a su retrato: hermetismo, precisión a ras de tierra, oscuridad, ambigüedad y contradicción. Los ejemplos si bien no abundan, existen en otras disciplinas. Una excepción notable viene a cuento en el ámbito de la música experimental ligada al rock y sus postrimerías: Los Nena.
Para quien pudo pescarlos en disco o en vivo entre 2001 y 2009, Los Nena encarnaron una de las escasas experiencias musicales realmente ruidosas, experimentales y desafiantes, pero al mismo tiempo sexys, jocosas y cadenciosas, enfatizando un halo profundamente mexicano y genuino, algo por demás inaudito.
Al día de hoy, la ya estela legendaria de Los Nena, integrado por Abel Membrillo (qepd), Daniel Goldaracena a la guitarra (quien antes de formar la banda trabajaba de ingeniero de sonido en los legendarios Knitting Factory y Tonic de Nueva York), José Miguel Gonzalez Durán, “El Abuelo” en el órgano farfisa y la trompeta y Melchor Magaña en la batería, se encuentra alimentada por las anécdotas esporádicas, el culto subterráneo, los pagos obscenos por sus dos producciones discográficas en CD (2001 y 2005), así como la ausencia de una información puntual y condensada a la precisión sobre su biografía, obra y reflexión.
Esto en definitiva pudiera parecer leña para un fuego que se niega a desaparecer, incluso en dirección contraria a lo que les gustaría a algunos de sus propios integrantes, quienes no están del todo interesados en abordar una historia de ya hace poco más de dos décadas. Algo completamente comprensible, ante el abuso mediático de ensalzar algo que fue y que de alguna manera habla por sí mismo en los registros. Una decisión personal que habrá de resguardar. Sin embargo, como en la obra de Rulfo y Los Nena, algo cruje. En uno el silencio, en los otros el ruido.
Dicen por ahí…
Los testimonios, pasajes sueltos e imprecisiones en los registros hablan de cabos sueltos, de hermosas piezas extraviadas que un rompecabezas brutal, al cual refiere el nombre como una referencia a lo especiales que eran y siguen siendo sus integrantes. Pero también un énfasis en la unión de opuestos: Los Nena, plural masculino y singular femenino. Forma y contenido, Los Nena destacaron por amalgamar de forma salvaje el noise y la experimentación guitarrera de Goldaracena, con los devaneos poéticos, histriónicos, performáticos y humorísticos de un Abel Membrillo de máximo carisma y presencia, al mismo tiempo aderezados con el sabrosísmo arroquerado de El Abuelo (La Candelaria, La Orquesta Picante, entre otros).
El resultado de rompe y rasga logrado era un combo endiablado que a veces era una suerte de vanguardia neoyorquina ruidista en guajillo y ajo, guapangueado, mariacheado o jarocheado, que lo mismo echaba mano de pasajes psicodélicos a la Arthur Brown, el rock urbano, el arte concepto, las grabaciones de campo y los viajes, que el spoken word, la improvisación de vértigo y el humor sobre el cotidiano mexicano.
Para Gonzalo Morales, fotógrafo, ex locutor de radio y ex conductor de MTV, quien además fue persona cercana a Los Nena y posee uno de los pocos acervos fotográficos existentes de la banda, el grupo se inscribe en un momento puntual: “Justo diría que los noventas y principios del siglo XXI se marcaron por un estallido musical que comprendía una demanda social, política y cultural; hubo un espacio de aceptación pública que propuso y promovió a estas bandas y que de hecho lograron que fueran bandas con reconocimiento comercial, algo que nunca sucedió con Los Nena, entre otras cosas por la convicción de Daniel, que sigue siendo antipopular o como se dice un eterno underground”.
Dicen por ahí que tras una visita de Abel Membrillo (integrante de Comando Groovy y atípico locutor de radio y televisión) a Daniel Goldaracena, el proyecto se fue concretando a la postre en el año 2000, siendo 2001 el debut de la banda en el marco de la Caravana Zapatista, en marzo de ese año. Durante el mismo, el 7 de agosto, al lado de Gus Gus, Kinky, Sánchez & Ruiz y Liquits para ser precisos, Los Nena tocan en la fiesta privada de presentación de la revista Sonika (primera edición del hoy extinto festival Manifest), mostrando que, de alguna forma, serían también un eslabón anómalo en donde podían converger diversas sonoridades.
Luis Membrillo, artista multidisciplinario y hermano de Abel, cuenta a Malaria esa suerte de marco referencial previo al despliegue de su hermano con Los Nena tanto en vivo como en las grabaciones, sin duda un recuerdo de emoción íntima y familiar compartida:
“De este lado me hacía mucho sentido; rescatar un son jarocho para algo así me hacía sentido, era algo que se estaba haciendo en muchas partes del mundo y aquí yo no había visto antes (…). Nuestro abuelo paterno fue maestro clave de la época cuando se creó la SEP, compartiendo y difundiendo ideas, heredándonos una manera de entender y de pensar las cosas de cierta manera. Y por el lado de nuestra mamá, nuestro abuelo era un personaje que se encargaba de vender enciclopedias Salvat, viajar por el mundo, etc. (…), además que en la casa siempre estuvo presente el humor, algo que compartimos los tres hermanos siempre y eso se reflejaba también.
“(Abel) estaba muy feliz cuando empezó a armarse el grupo, me iba platicando los detalles y todo eso. Yo siento que él quería acercarse en ese entonces a un Nick Cave, ponle, y alejarse un poco de lo que venía haciendo con el Comando Groovy. Recuerdo que estaba muy contento de tocar en el Zapatour, en Milpa Alta, pero sobre todo sí creo que Los Nena fueron un eslabón que se necesitaba en ese momento”.
Con un pie social en la escena roquera, revistera y mediática del Distrito Federal de la época, y otro musical pionero de las experimentaciones en el campo semántico del collage sonoro, el ruidismo, las abstracciones y lo conceptual, Los Nena fueron también de alguna forma una suerte de supergrupo que atraía a sus presentaciones a gente de Café Tacuba, Molotov y demás jetset roquero nacional. En una entrevista para la revista La Mosca de Hugo García Michel en 2004, José Miguel Gonzalez Durán confesaba a Alejandro González su percepción al respecto:
“Pues el rocanrol ya me tiene hasta la madre, porque son una bola de ojetes. Cuando tocan Los Nena, a los de Café Tacuba los ves hasta adelante en los conciertos, pero es imposible que Los Nena le abran a Café Tacuba o haya algún tipo de colaboración, ¿por qué chingados no hay ayuda? El rocanrol es una pinche bola de mamertos y ególatras. No hay un movimiento y de hecho no hay rocanrol”.
Tan punzantes como temperamentales, Los Nena fueron ganando adeptos en un momento en el que estaban pasando muchas cosas fascinantes a nivel artes visuales y escénicas en la capital mexicana, pero que de alguna forma nunca terminaron por dar ese paso definitivo hacia públicos más grandes o circuitos internacionales (salvo esa rechifla recibida a pequeñas tandas al abrirle a Faith no More en noviembre de 2009), lo que para muchos es visto más como un acierto y reflejo de su libertad y solidez genuina.
En vivo, cada concierto de Los Nena era de alguna forma distinto, pero a su vez también un volado en el que el ingeniero, la acústica, el equipo e incluso la tarima podían jugar a favor o en contra de la banda. Luis Membrillo lo apunta como “si Daniel iba a tener el control del partido, se iba a poner bien”. Dicen por ahí que ver a Los Nena en el Alicia o el Centro Cultural de España era garantía de shock. Dicen.
Las puras tunas
En sus dos discos de estudio también fueron únicos, reflejando buena parte de lo que eran en vivo y mucho más, con tracks ocultos, grabaciones callejeras, referencias escondidas y otras no tanto al ideograma mexicano: del macho dramático de “Una sentadita” y “Hombre valiente” al mariachi desmadrado en “Papel de las culpas” (que además tiene uno de los videos más escandalosos del rock mexicano, prohibido por las buenas conciencias de Youtube, redes y anexas) o “Mesero”, el amor exacerbado por el fútbol en “La pena máxima” o el homenaje al Profeta del Nopal en “Señor primas”. Veracruz también presente en “Puerto Marquez”, canción que incluye al maravilloso músico callejero Chente Balcázar y su Sonora Callejera, quien hoy cumple más de cuatro décadas tocando en el puerto jarocho, o ese cerrojo de peso de su segundo opus que es “La rola de la banda”, la cual incorpora de manera desternillada a Arturo Hernández (Los Supercívicos, MTV), la actriz Laura de Ita, Carlos Icaza y jaraneros del Puerto de Veracruz, así como sonidos de Tlacotalpan, además de Hernán Hecht, quien participó en ambos discos.
Dichos placazos son discos compactos de edición limitada y sin reediciones a la fecha, objeto de culto y codicia entre coleccionistas, quienes han animado el mito y la leyenda. De hecho el segundo disco (II, 2005) fue lanzado en una versión numerada con gráficos hechos a mano y completamente distintos uno del otro. Se dice también que hay un tiraje con polaroids porno (¡!). Quien sabe si una reedición venga a dar al traste con el inmaculado halo que envuelve la obra discográfica de Los Nena. Ojalá las puras tunas, mano.
El Desdichado Grial
Tras la publicación de sus dos discos y cada vez más esporádicas apariciones en vivo por ahí de 2009, la espera de un tercer disco de Los Nena se canceló a mediados de junio de 2011 con el fallecimiento de Abel Membrillo, dejando una huella imborrable y con ello cerrando también una época sonora muy particular en el Distrito Federal, una en donde no existía la eterna monserga de “las escenas”, cientos de teléfonos tapando el escenario y un biendecir para todo en los medios.
Posterior a la pérdida de Abel, en algún momento Rodrigo Márquez Tizano, aún entonces locutor de Ibero 90.9 FM, habló de un disco en proceso o canciones por salir de la banda, lo cual despertó las antenas entre algunos fans atentos. Un medio mito comenzaba a gestarse ahí.
Ese halo de leyenda comenzó a fraguarse con más forma en 2015, cuando el guitarrista, cantante y productor Joe Volume publicó en Facebook que había un disco post Los Nena, en mancuerna con Daniel Goldaracena y “El Abuelo”, llamado El Desdichado, mismo que aparentemente incluiría piezas previas al fallecimiento de Abel. Joe Volume publicó por aquella época un incipiente par de tracks que aún están vigentes en Soundcloud.
Por su parte, el hermano de Abel Membrillo, Luis, rindió homenaje personal a su hermano en 5 Abel, compilación de canciones inéditas en torno a material creativo encontrado en la casa de los Membrillo, que incluía la participación de bandas como Los Esquizitos, Luz y Fuerza, Belafonte Sensacional, Palo Fierro, entre otros.
Ya para junio del año pasado (2020), en plena pandemia, Joe Volume desplegó uno de sus célebres posteos detallados y kilométricos en FB, en donde cuenta a detalle el proceso en torno a El Desdichado, proyecto que en palabras del mismo Volume data de 2011 con él a bordo pero que se venía trabajando desde 2006. La publicación terminó con el link al material en Bandcamp, mismo que desapareció al poco tiempo (aquí el post). ¿Ontá El Desdichado? Al parecer, mucho ruido para ser silencio y quien lo vio, lo vio.
Dicen por ahí que el primer disco de Los Nena le sonaba a Abel Membrillo a Pedro Páramo de Rulfo, alguien que por cierto también publicó únicamente dos obras, pero que su legado e ideas siguen desdoblándose en el tiempo.
De cara a la planeación de este reportaje, el cual pretendía ser un archivo coral de largo aliento que recapitulara de una vez por todas esa pedacería anecdótica existente de la banda en internet, varias cosas pasaron: las entrevistas existentes estuvieron llenas de ruido y un atravesado pegamento epistolar, uno de los integrantes fue difícil contactar, otro más hizo faena de torero y el otro se arrendó de sus declaraciones ya bien avanzada la pieza, arguyendo la dificultad de ser preciso a cerca de 20 años de distancia y sin el involucramiento de sus compañeros.
Esto, más para bien que para mal, tal vez siga siendo una estela que nos habla de la banda, un color y un rasgo más de su personalidad que puede entenderse de dentro hacia afuera. De todas las cosas aletargadas, punzantes y porosas que puedan tener los mitos, la obra es lo único a lo que deberíamos apearnos. O como dijera el buen Abel: “O, tal vez no”.