Cumbia Siglo XXI, a bailar con los dogmas

El nuevo disco del proyecto bogotano Meridian Brothers no es solo una brillante entrega que redescubre y actualiza una singular época discográfica en Colombia, es también una aguda sátira al activismo de hoy en día y su tendencia a lo dogmático.

Foto: Mariana Reyes

Por Oscar Adad

Nosotros la minoría

Tenemos derecho a hablar

Acabar totalitarios

Y poder tierra arrasar

Meridian Brothers. Cumbia de la igualdad.

Los Meridian Brothers han vuelto. Y tienen nuevo disco. Se llama Cumbia Siglo XXI y, de antemano, uno ya sabe que cada una de sus grabaciones es un mundo distinto para explorar y sorprenderse. Ésta no es la excepción.

Eblis Álvarez (1977) se sumerge en el sonido de una época discográfica muy singular en Colombia en la que grupos como Cumbia Siglo XX, 2000 Voltios y Grupo Folclórico, proponían a través de las disqueras Machuca y Felito Records, una estética donde la música africana se mezclaba de una forma “disparatada” -como contará más adelante Álvarez-, con estilos como el funk, la salsa, la música haitiana, y en general, con buena parte de la tradición de la música popular de América.

Editado este año por los sellos Okra, de Japón, y Bongo Joe, de Suiza -pero grabado entre junio y septiembre de 2019-, Cumbia Siglo XXI narra en dos dimensiones de tiempo el encuentro de la migración sonora africana con el continente americano vía Colombia. Por un lado, invita a descubrir la fascinante historia discográfica que inspiró a Eblis para componer este material y, por otro, la interpretación de dicha sonoridad enriquecida por la aguda mirada de uno de los proyectos latinoamericanos más interesantes y aventurados de los últimos 15 años.

– ¿Cómo descubriste la música que inspiró a Cumbia Siglo XXI?

Fue en 2010 o 2011. Estaba comprando discos en Discolombia, que es una tienda emblemática en Barranquilla. Es una tienda de años, décadas. No sé si todavía la atiende o la atendía como el hijo del dueño, creo que se llama Shane. Y como que le caí medio bien o por lo menos dijo, “bueno acá hay un comprador”, y me ofreció Cumbia Siglo XX, me dijo: “éste es un discazo”. Y cuando llegué a la casa a escucharlo, fue brutal. Es muy único porque tiene toda la vuelta tipo high life, como funky, pero al mismo tiempo pueden meter merengue, ritmos haitianos, luego se meten con funk, luego hacen una cumbia. Y yo, impresionado. Además, tiene guitarra, que no hay tanta guitarra en la música colombiana.

Y en el caso del disco de 2000 Voltios me lo mostró Mateo Rivano, uno de mis mejores amigos. Fue un día que estábamos construyendo una instalación que hicimos juntos. Lo puso, y yo: “ush qué es eso”, otra vez con guitarra. Luego, me lo compré. Es muy brutal este estilo, no hay cosas que suenen parecido, sino que en esa época discográfica sonaba así. Quedé cautivado y seguí investigando sobre esa línea.

– ¿Cómo se gesta Cumbia Siglo XXI?

Siempre tengo varios bocetos, ideas, conceptos. Generalmente parto de conceptos y empiezo a probar cuáles pueden ser los más idóneos para hacer un nuevo disco. Ahí empecé con el concepto de tomar esta historia discográfica que siempre me gustó mucho y que no está muy bien catalogada en el mundo, es decir, no es así como Pedro Laza o Lucho Bermúdez que la gente la tiene bien ubicada en el mapa. Esto es un estilo bastante híbrido que surge en un época entre finales de los setenta y finales de los ochenta, donde un productor tomaba músicos tradicionales y se los llevaba al estudio. A veces se grababan en una noche, a veces tomaban una cantante y le iba bien, entonces le seguían produciendo discos. Paralelamente hacían música más convencional, pero creo que estos tipos tenían una mirada cosmopolita y futurista de la música. Probablemente se nutrían de lo que estaba pasando en la industria musical mundial y lo aplicaban a estos músicos. Me estoy refiriendo a Felito Records a Machuca y Sonolux, que tenía filiales de esto. Digamos que ese estilo siempre fue muy cautivador para mí, siempre sentí mucha curiosidad por él porque suena muy único, muy distinto a las otras líneas que tienen más abundancia, más historia.

– ¿Desde que descubriste esta música ha sido recurrente en tu vida o la redescubriste para Cumbia Siglo XXI?

Yo me casé con esto desde que lo descubrí y sigo tratando de encontrar discos, porque ese sonido es una conjunción muy potente de África pasada por el filtro del Caribe. Y ese filtro del Caribe es muy sutil debido a que el flujo africano es brutal, es súper identitario en la música del Caribe, sobre todo para la música de ciertos guetos. Y creo que ese filtro viene un poquito de lo disparatado que es, por ejemplo: los discos de high life y afrobeat son más uniformes, más puros, digamos; y cuando esto llega a Latinoamérica es loco, porque ahí entra todo el influjo cultural estadounidense heredado de la salsa, del jazz y también el de la conexión que hay en toda Latinoamérica con México, Argentina, incluso con el rock y el funk. Entonces, esta música se vuelve disparatada, sigue siendo africana, pero empieza a ser súper espontánea, explosiva, aunque es muy sutil, es lo que yo le veo.

– ¿Bajo la idea de crear una “Música folclórica inexistente”, concepto que acuñaste al inicio de tu carrera con MB, se inserta de alguna forma Cumbia Siglo XXI?

Realmente ese concepto se me ocurrió hace casi 20 años. En parte también por ignorancia. En esa época yo era una persona muy encerrada en sí misma, solamente tocaba mis instrumentos y me retroalimentaba con mi propia música y mis composiciones, pero tenía como un ideario inconsciente sobre la música folclórica o sobre la música popular, es decir, ya tenía una tendencia. Si bien estudié en la Academia, siempre tuve muchas ganas de irme hacia lo popular y, debido a mi ignorancia de las líneas discográficas y de los fenómenos, pues inconscientemente acuñé el término “Música folclórica inexistente”. Pero al paso de los años esta música se ha vuelto existente, gracias a que me he nutrido de la actividad cultural tanto de nuestro país como de las investigaciones que empezaron más detalladas en Perú, en Brasil. Cada vez que uno investiga algo nuevo se encuentra con que, otra vez, es un universo que se abre y que han hecho colectividades humanas. Entonces, ahora es música folclórica existente.

– ¿Actualmente ese concepto es obsoleto? De ser así, ¿cuál fue el principio conceptual de Cumbia Siglo XXI?

Yo creo que es obsoleto. Ahora, mi manera de gestar música es más bien una especie de juego de palabras. Me refiero a: encuentro un concepto cultural abstracto pero tomado de las investigaciones que hago en todas las dimensiones que puedo. No solamente tiene que ser musical. No sé, me interesan mucho los fenómenos humanos: la geopolítica, la mística, hasta el mundo cultural. Entonces, yo lo que creo son como juegos de palabras que encierran diversos universos y, a partir de esos juegos de palabras, empiezo a ir por el material que me funcione y luego encuentro los elementos técnicos. En Cumbia Siglo XX encontré éste, el de Cumbia Siglo XXI. Acuñé, cambié los términos, y luego empecé a encontrar materiales sonoros que pudieran apoyar ese concepto.

– Si bien en las letras del disco hay muchas pistas respecto a la temática, ¿qué fenómenos sociales exploras en él?

Este disco tiene un concepto central que es un fenómeno que vengo observando en las redes sociales y en el pull de la intelectualidad, es decir, filósofos, historiadores, economistas famosos y su relación con el poder. Me he empezado a dar cuenta que hay una conexión entre el poder político y la intelectualidad, lo cual para mí es anormal, eso no debería existir. De hecho, la intelectualidad debería estar poniéndole la pata al mundo político y a la economía. ¿Por qué me estoy dando cuenta de eso?, por la publicidad. La publicidad que tienen autores como Joseph Stiglitz o Yuval Noah Harari, es brutal. Esta conjunción ha empezado a ejercer una especie de manipulación sobre las ideas de la gente mientras que los gobiernos y las instituciones nos agreden día a día: nos matan, nos ponen impuestos, nos ultrajan de todas las maneras nuestros modos de vida, y eso es evidente para cualquier ser humano. Las libertades se han ido recortando, la plata se la ha ido chupando el sistema y, al mismo tiempo, curiosamente, éstas mismas instituciones están promulgando ideologías que la gente abraza de forma inconsciente.

Básicamente, las instituciones están promulgando ideologías que son en apariencia libertarias, pero, al mismo tiempo, nos quitan las libertades; y una de las maneras para abrazar estas ideologías es por medio de la indignación. La gente se radicaliza en una idea libertaria de tal manera que termina contradiciendo el primer principio, el cual hizo a las personas orientarse hacia cierta ideología. También se han empezado a crear ideologías fragmentarias de todo tipo, cualquier tipo de ideología basada en la libertad, cualquier cosa: “tengo derecho a tener el pelo largo, voy a proteger mis derechos. Ah, pero es que tú tienes el pelo corto, no, entonces estás violando mis derechos”. Cosas de esas. Y este disco habla de eso, de la paradoja de lo que llaman el “activismo político”, y “la lucha”, que son paradigmas muy seductores para la gente de hoy porque la única manera de emanciparse está también implantada en la lucha y el activismo.

Curiosamente, el activismo y la lucha llevan a más luchas y más enfrentamientos, porque el activismo se ha fragmentado en estas diversas ideologías implantadas por los poderes, por la intelectualidad, haciendo a todo el mundo activista de algo. Pero ese activismo está contra nosotros mismos, lo cual nos hace luchar por agredirnos. Al final, la lucha termina en una agresión a uno mismo.

– Por ejemplo, el tema “Cumbia totalitaria” dice: mi dogma es muy bonito, la igualdad, la igualdad.

Sí, eso es: yo tengo un totalitarismo y lo manejo con estilo. Ese totalitarismo es la corrección política, porque la corrección política nos limita, nos hace totalitarios en una dirección del comportamiento. Entonces, en el estilo que siempre trabajo y que a veces es un poco satírico, teatralizo todas estas actitudes en donde el ser humano, por querer hacer el bien, se embarca en una lucha de autodestrucción a sí mismo y a su propia comunidad por culpa del parásito de las instituciones y el mundo intelectual, que también está grandemente financiado por las instituciones.

– Los géneros musicales y sus comunidades tampoco se salvan como lo planteas en “Los Golpeadores de la cumbia”.

Esta canción de “Los Golpeadores de la cumbia” teatraliza un dogma de la cumbia que también ha sido muy popular en la última década. Hace más o menos siete u ocho años hubo una serie de marcas como Red Bull, Adidas, Cerveza Corona que trataron de llegar a la juventud, sobre todo animando dogmas de gueto, lo cual en principio parece bien, pero curiosamente esto se ha apoyado políticamente y para mí el problema es la política. Aquí me darán en la cabeza, porque básicamente todo el mundo está de cabeza en la política, pero la política es justo lo que toma al arte, lo politiza y lo utiliza como un arma punzocortante contra cualquiera que se oponga al dogma de ese mismo arte. Y “Los Golpeadores de la cumbia” habla de los que toman el dogma de la cumbia como elemento identitario o de lucha, como elemento de superioridad ante otros que no hacen cumbia. Y es el jueguito que vengo estudiando.

– A lo largo de tu discografía te percibo, además de como músico, como un coleccionista de sonidos. ¿Cuál es la relación con tus fuentes sonoras y cómo las utilizas?

Sí, eso que dices es acertado. En esta última época, hace unos 6-7 años, lo que hago es coleccionar producciones, maneras de producir sonido desde distintas épocas y hacer trabajos alrededor de eso. Por ejemplo, tengo el Grupo Renacimiento que lo que hace es imitar lo más que pueda la salsa setentera clase C, la salsa más arrabalera o, asimismo, hago ejercicios de producción de distintas épocas. He empezado a tratar de especializarme en eso. Cómo imitar sonidos que ya no se pueden hacer, o que se pueden hacer con máquinas muy específicas que ahora son muy caras, y cómo hacer para replicarlos; y lo que hago, es combinar varias épocas y superponerlas para lograr como una cosa más creativa, diría yo.

– Entonces, esta manera de construir tus canciones no responde a un sistema únicamente musical, sino que la música es parte de un sistema más general.

La música es uno de los elementos, pero curiosamente yo no arranco por la música, yo arranco por la idea de sonido, sobre todo la idea de sonido en el contexto discográfico. Es decir, yo colecciono, pero es una colección imaginaria de idearios de sonido, y luego, en el estudio de grabación, estudio cómo reproducirlo. Requiere bastante tiempo, pruebas y errores hasta que llego a la manera de grabar: micrófonos, procesos, las distancias… Creo que esa es mi obsesión, el estudio más que la misma música. Luego ya le pongo la música encima. (Ríe)

– Siguiéndote a través de esa otra bitácora digital que es FB, he visto que has sido muy crítico de las medidas del confinamiento por la pandemia.

Ve lo que sucede: se relaciona con el fascismo a todo el que cuestiona el sistema existente, es decir, si uno cree que lo que están haciendo probablemente está mal, inmediatamente lo relacionan con el fascismo en los medios, esto es obviamente una movida que es muy fascista. Al mismo tiempo, no creo en la crítica en contra de las medidas de confinamiento ni estoy a favor de las medidas, lo que sí tengo -y eso sí es establecido- es una desconfianza muy fuerte en las instituciones y los gobiernos. Pienso que la gente está confiando otra vez en quien va a votar en la próxima presidencia, alcaldía, consejo, para ver si mejora su vida. Y me parece muy loco porque es tropezar con la misma piedra, como que estas sociedades son tan lavadas del cerebro por la información que tropiezan, o sea, estamos pensando en votaciones otra vez.

– ¿Cómo percibes Bogotá actualmente?

A mí me parece que Bogotá sigue su transcurso normal. El confinamiento obviamente afecta toda la parte de la música en vivo, pero eso fue un periodo de un mes, mes y medio de shock. Pero de inmediato la gente empezó a sacar sus discos, hacer sus grabaciones, transmisiones vía Zoom. El impulso creativo de las colectividades no se va a parar. Al fin y al cabo los artistas tienen una fuerza interior que los hace volverse a reunir, los hace volver a encontrar otra alternativa y, entre más nos quiten libertades, algún hueco encontrarán, los artistas y en general los humanos para seguir su vida, porque esto es una especie de idea que se nos pone a través de los medios en la cual nos llenamos de miedo, de paranoia, una especie de ficción, no estoy muy seguro. Lo que demuestra que esto es en parte ficción, es que inmediatamente todos los humanos vuelven otra vez y se remontan en sus destinos pase lo que pase.

– Muchas gracias por tu tiempo, Eblis, ¿algo más que quieras agregar?

Mi mensaje es que la mejora no va a venir de las instituciones, ni del sistema, ni de los políticos, sino de nosotros mismos. Solo recomendaría dejar de poner esas esperanzas afuera e ir hacia adentro. Ir dentro de uno mismo y de sus propias colectividades, que no sean políticas.

Te recomendamos: Meridian Brothers, un mundo fuera de sí.

Te recomendamos: Eblis Álvarez, los colectivos no desaparecerán.

Dejar un comentario

Anterior

Vladimir Medina, los niños de la pandemia

Siguiente

Rogelio Sosa, reinventar el futuro