José Gurría, nuevas formas de organización artística

El líder de la Gurrisonic Orchestra espera que las prácticas rapaces de la industria de la música queden tan afectadas por la pandemia que puedan surgir colectivos y nuevas maneras de organización artística.

Foto: Jesús Cornejo

Por @malariasonora

José Gurría (México, 1972) es doctor en Educación musical por la Universidad del Sur de California (USC), con especialidades en teoría de la música, composición clásica y jazz. Se desempeña como académico, compositor, baterista y líder de la orquesta de cámara Gurrisonic Orchestra. Entre sus trabajos más destacados se encuentran, la comisión de Los Angeles Jazz Society para componer la pieza “Street Signs“, escrita para el clarinetista Don Byron y Gurrisonic Orchestra; y el estreno norteamericano de la pieza “Skies of America“, escrita por el saxofonista Ornette Coleman y comisionada por el Angel City Jazz Festival.

– ¿Cómo has vivido el confinamiento? ¿Qué consecuencias te ha traído?

El confinamiento me ha traído el ser creativo, el plasmar mis realidades bajo otras lupas, el intentar darme la oportunidad de ser lo que no he sido por mucho tiempo. Una de las expresiones artísticas que más me apasionan es el ser maestro, entonces, me ha permitido hacer un seminario para compositores de muy alto nivel con un discurso y una narrativa al interior de los estudiantes que verdaderamente inspira. Me ha permitido también reinventar mis métodos de captación de recursos desde la sala de mi casa, con mi batería y mis instrumentos para componer y arreglar. Tenía muchas ganas de intentar lo online y de ver qué tan conveniente era, porque México es complicado para trasladarse. Y la verdad es que ha sido sencillo. Para mi sorpresa, todos mis alumnos decidieron quedarse durante la pandemia y continuar tomando clases en línea.

– ¿Qué papel consideras que tiene la música en esta crisis?

Para los músicos es nuestro sustento, además de ser un bálsamo para el público en general. Pero es complicado, es una realidad muy difícil y muy marginal. La música para nosotros es la manera en la que captamos recursos para subsistir y, para los músicos que tienen principalmente actividades tocando en vivo, la crisis ha sido tremenda. Sin embargo, me parece que hay una resiliencia muy grande que nos prepara para esto y no vamos a sucumbir ni en esta pandemia, ni en cuarenta más, pero es muy difícil. Son de esas épocas que hacen renovar los votos porque cualquiera está en cualquier profesión si le va bien, pero si está mal, las deserciones están al pie del cañón.

En social media se habla mucho de esto y ojalá que no sea algo que esté de moda decir y que verdaderamente la sociedad le dé el peso de imprescindible a la música y los músicos. No es un artículo de lujo, es un artículo de usos y costumbres de cualquier sociedad que se digne de ser medianamente civilizada. A mí me parece que si no se logra con un evento tan transformativo como el que estamos viviendo, no sé con qué se va a transformar.

– ¿Cuáles consideras que son los principales problemáticas que enfrentará la comunidad de músicos independientes en este situación inédita en el mundo? ¿Cómo resolverlas? ¿Cómo abordarlas?

Los puntos complicados son principalmente los músicos que centran sus actividades alrededor de tocar en vivo. Pero me parece que es un llamado a reflexionar el enorme grado de fragilidad en el que vivimos los músicos porque, además de que nadie te garantiza un número de tocadas, no hay facilidades en impuestos, no tenemos seguro social que venga del trabajo que hacemos. Es un trabajo incierto, es un trabajo irregular, y si tú me enseñas a alguien que le va de maravilla en este esquema, yo te diría que es la excepción que confirma la regla.

La magnitud de riesgo que hay es gigantesco, y el exceso de entusiasmo a cosas que la mayor parte del tiempo no reportan beneficios económicos, ni profesionales, ni personales, sino todo lo contrario, es enorme. Hablo de personas que le dan su vida a cantantes populares que lo mismo te usan y te corren de un día para otro; y ahora, ya pasó tiempo, estás viejo, y tu lado creativo, tu espíritu de aventura, tu lugar donde sabías que podías resonar como una persona que tenía tanto que dar, ya se torna improbable que salga; y es una tragedia. Pero no es una cosa solamente mexicana, es algo que le pasa a todo el mundo.

La solución va a ser convertirse en empresario, manejar tu carrera de manera más responsable, el tratar de ahorrar, tratar de ser más inteligente en la situación que te haya tocado vivir, en la diversificación de obtención de recursos, en la autogestión.

Estoy pasando por un momento donde me cansa tener que lidiar con escuelas burocráticas que, además, no conviven con la misión y la visión que yo tengo para educar. No voy a hacer una escuela porque me parece una mala estrategia, pero sí puedo expresarme como artista a través de la educación y hacer las cosas que yo creo que no se hacen en las escuelas por la facilidad que podría tener para transmitir información y causar cambio.

– Al ser la música un agente que históricamente fortalece vínculos e identidad comunitaria -y cuyo lugar natural es el espacio público donde se lleva a cabo la escucha colectiva-, al cancelarse ese espacio por el confinamiento, desde tu perspectiva, ¿Qué implicaciones tiene para la comunidad en su conjunto?

No lo sé, la respuesta genérica es que tiene muchas repercusiones. Me parece que, de la misma manera en que hay muchos Méxicos, hay muchas tribus de músicos que apelan a diferentes públicos en diferentes zonas geográficas para diferentes propósitos. A mí me parece que si bien ahorita todos estamos golpeados, poco a poco va a ir mejorando; y va a seguir la desvinculación, cada quien va a seguir jalando agua a su molino y está bien, no sé.

Una de las cosas que me parecía una ventana de oportunidad era vincularse con el público. El público no va a los conciertos. Muchas veces tengo la impresión de que cuando hay un concierto estoy creando un producto para las mismas personas del gremio.

Ojalá que todas estas características que en lo institucional parecieran tener rasgos neoliberales y de ave de rapiña hacia los mismos artistas, queden tan afectadas que puedan surgir otras maneras de colectivos o música comunitaria. En el seminario platicábamos sobre las manifestaciones culturales que existen en lugares como Oaxaca, Puebla o Michoacán a partir de gestiones culturales de los pueblos originarios. El problema es que, si yuxtapones eso hacia la ciudad, nosotros perdemos esos usos y costumbres. El urbanismo hace que los pierdas, la ciudad es una negación de eso.

Nosotros, como personas de clase media, nos parecemos mucho a lo mismo que hacen las personas de  clase media en Chile, Colombia u Honduras, cada uno con sus realidades y sus circunstancias, pero es más o menos lo mismo, entonces el problema es que no tenemos ese fundamento para crear, ni producir, ni presentar, ni escuchar música como uso y costumbre. Ahora, cómo se le va a hacer, no sé, pero es una buena oportunidad para saber. No tengo la solución, pero veo que podemos iniciar el diálogo dado el contexto.

– ¿Como creador, qué papel juega la tecnología en el confinamiento? ¿Se reduce a hacer Streaming en vivo? ¿No es momento de repensar la tecnología como un elemento estético en el trabajo artístico para generar una experiencia y vínculo con el escucha acorde a la situación y el medio digital, y no solo como herramienta de difusión “en vivo”?

Eso sería para las personas que ya de por sí tienen a la tecnología como una herramienta de creación. Yo no tengo ninguna inquietud por el momento para enaltecer la tecnología. La uso de la forma más practica posible y ya. A mí me parece que tiene su camino y su ritmo, sus públicos y sus artistas. Sí es importante la tecnología, si no la tuviera, no hubiera podido comer en estos cinco meses. Creo que el tema es si la tecnología nos puede servir para conectar. Si es un artista a través de la tecnología, me parece secundaria.

– ¿Qué vínculos con el escucha podrían generarse a partir de ello? ¿Consideras que a través de la tecnología se podría generar un vínculo tan fuerte con el escucha como lo hace la música en vivo?

Yo creo que se van a crear otros, unos nuevos que no sé cómo llamarlos, evaluarlos. No sé que tanto peso o jerarquía les puedo dar dentro de mi proceso argumentativo para crear. Hay una extrañeza en la manera cómo estoy trabajando y creo que tiene que ver con que sé que no me voy a encontrar con nadie, hay una especie de anonimato. En situaciones normales ensayo, toco, dirijo, tengo un performance el cual por naturaleza humana es inconsistente y hermoso al mismo tiempo. Pero ahora, voy a grabar un video donde la idea es perfeccionarlo, y tengo que estar imaginándome que lo vamos a tocar pronto en algún otro lugar, no sé donde, pero que esto va para más.

– ¿Qué opinas de la gran cantidad de contenidos gratuitos online que se están liberando tanto de grandes consorcios -como el Festival de Montreux- hasta los artistas independientes desde sus casas? ¿Qué pros y contras le ves a esto?

Como público está bonito, hay muchas cosas. Yo la verdad no las veo. Veo tantas como veía antes, y no por el exceso de oferta, sino porque las personas que me interesaban ya las ofrecían. Yo siento que hay un pánico institucional y que se van a caer en pedazos todas esas cosas, aunque es peligroso para mí decir “sí que se caigan”.

Yo creo que esa oferta no es para los músicos porque aparte no estamos monetizando esa oportunidad, o sea, el Festival de Montreoux estoy seguro, no lo sé, no le está dando nada a Herbie Hancock por poner su concierto. En cambio, si él hace un concierto en su casa y cobra, ahí sí le reporta algo. Entonces, a mí me parece que todo ese exceso de oferta es una manera de tratar de traer públicos para un futuro mediano.

Eso sí, me da gusto que la gente está comprando discos en Bandcamp, pero de nuevo me encuentro comprándole discos a mis cuates y muchos de ellos comprándome discos a mí. Entonces, el círculo tampoco es que se esté rompiendo. Me gusta la autogestión, me gusta que la gente cobre, me gusta además que paguemos.

Este miércoles vi un concierto padrísimo de Natalia Pérez Turner en la UNAM. Estaba muy bien grabado, muy buen video, y Natalia como siempre, increíble. Me gustó que fue fácil el acceso y que no era un esfuerzo titánico verla. Ahora, es gratis, la pregunta sería ¿lo hubiera visto si hubiera sido pagado? Probablemente sí, pero el ejercicio de meterme, apretarle 20 veces para la tarjeta, etc., es un ejercicio al que todavía no estamos acostumbrados y que desalienta. Ese es uno de los retos.

– ¿Cuáles consideras que sean las lecciones que habría que tomar de esta crisis?

Que somos muy frágiles, que la vida se va rápido, que como artistas más nos vale dedicarnos a hacer nuestros propios proyectos, que hay que hacer equipo, colaboraciones. Sería bueno que existieran mayores colaboraciones, mayor roce intergeneracional, una oferta dirigida de manera comprensible a públicos que estén ávidos de escuchar y que estén dispuestos a pagar.

Sentarse a buscar las maneras para entender de qué manera podemos monetizar las enormes horas por las que hemos pasado para prepararnos y que constituyan un sustento para nuestra familia.

A mí me pone muy nervioso -y al mismo tiempo me parece desesperanzador- cuando las personas creen que por tener más likes van a tener más hueso, más trabajo, o alguien los va a estar escuchando realmente si no están ofreciendo contenidos. Haría un llamado a la reflexión de qué estamos haciendo aquí como comunidad.

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