Camila era una adolescente, tenía alrededor de 15 años cuando sucedió. Escuchaba con fervor rock y punk argentino de bandas como Fun People y Catupecu Machu y ya tocaba el saxofón y el bajo. Pero todos sus amigos músicos eran hombres. No conocía ninguna amiga música con quien juntarse a tocar. Sin embargo, el alud de descubrimientos que trae consigo la adolescencia puso en sus oídos al poderoso grupo norteamericano de punk feminista Bikini Kill, pionero del movimiento Riot Grrrl en la década de los noventa. A partir de entonces, Camila sintió con más fuerza la necesidad de vincularse con artistas mujeres y generar un espacio para la creación conjunta. Y lo ha logrado. Hoy, a varios años de distancia y con múltiples y sobresalientes proyectos dentro del jazz de vanguardia y la improvisación libre en su país, la joven compositora y saxofonista Camila Nebbia, ha contribuido de manera importante a visibilizar el trabajo de mujeres jazzistas e improvisadoras en su ciudad.
“Una tiene que ser el ejemplo de lo que quiere ver en el mundo. Si queremos que haya igualdad, en mi vida quiero que haya la mayor igualdad y equilibrio. Si armo un grupo, que haya participación de mujeres. Escuchar mucha música de mujeres y, siempre que pueda, dar una mano. Creo que es importante que seamos parte de eso”, señala desde su casa en Buenos Aires.
Es verano en México, invierno en Argentina, pero Camila me dice que ha sido el invierno menos frío de la historia. Acaba de editar Aura, su tercer disco con su proyecto personal, una ambiciosa grabación de composiciones originales con un ensamble de 10 músicos y de la que platicaremos por varios minutos durante nuestra charla. “Les músiques se coparon en esto, porque si no, hubiera sido casi imposible de armar. Contó con la buena voluntad de todas las personas que participaron”, me cuenta.
Aunque es muy joven, Nebbia se dio el tiempo para formarse académicamente dentro de la música clásica, el jazz y el cine. Además, su carrera incluye tres discos a su nombre, diversos proyectos donde comparte liderazgo y constantes colaboraciones como instrumentista en otros tantos. Sin embargo, si uno acerca un poco más la mirada a su trayectoria, salta a la vista la amplia participación femenina.
Camila recuerda que fue en su vida como estudiante de música cuando empezó a ver con más claridad su situación y la de otras estudiantes mujeres. Me cuenta que eran muy pocas en el aula, incluso, había ocasiones en que ella era la única.
“Empezás a ver cómo funciona el mundo, que las generaciones pasadas -que siguen existiendo- no tuvieron el espacio para estudiar, tanto música como otras carreras y, más que nada, las carreras artísticas. Te hacés más consciente del poco espacio que hay. Muchas veces me sentí realmente afortunada de poder seguir haciendo lo que me gusta y lo que siento a pesar de la historia”, relata.
Con el paso del tiempo, Camila empezó a cristalizar esa necesidad de participar con mujeres artistas y, junto con algunas colegas, formó los grupos Yo no sé de pájaros, El devenir del río y La jaula se ha vuelto pájaro y se ha volado: mujeres improvisando, proyecto que llama la atención por la gran cantidad de artistas que han pasado por él.
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Una noche de diciembre de 2018, Camila había organizado un encuentro de mujeres improvisadoras. Era a puerta cerrada y solo iba a ocurrir en aquella ocasión. Pero diez minutos antes de empezar, las autoridades gubernamentales clausuraron el lugar. “No tengo ni idea de cómo se enteraron –recuerda aún sorprendida-, la dirección no estaba publicada. Fue alguien que la pidió y se encargó de dar de baja un evento que decía “Mujeres improvisando”, y que ni siquiera decía un valor de entrada. La verdad que fue muy intenso. Pero lo que surgió de ahí -añade- lo valoro un montonazo, porque fue la unión entre mis compañeras por solucionar la situación”.
Por inverosímil que suene, a las pocas horas, el mismo gobierno habilitó otro espacio para llevar a cabo el evento. Aunque tuvo que realizarse cerca de la media noche, Camila quedó muy entusiasmada con el resultado y respaldo de sus colegas. Fue así que, junto con la chelista Violeta García, buscaron la manera de continuar con la idea y, lo que en principio sería solo un concierto, se convirtió en el proyecto La jaula se ha vuelto pájaro y se ha volado: mujeres improvisando, colectivo que ya cuenta con dos grabaciones en su haber: una de estudio en 2019; y la segunda grabada en vivo en el Festival de Jazz de Buenos Aires al año siguiente.
El proyecto, que retoma la frase inicial del poema “El Despertar”, de la poeta Alejandra Pizarnik (1936-1972) -de quien Camila es una lectora apasionada-, sirve como una cartografía del trabajo de mujeres en el jazz de vanguardia e improvisación libre en Buenos Aires. Ha contado con la participación de artistas como Bárbara Togander, Violeta García, Paula Shocron, Magdalena Clavijo, Belén López, Juliana Moreno, Fabiana Galante, Pía Hernández, Ingrid Feniger, Diana Arias, Cuki López, Melina Moguievsky, Florencia Otero, Catu Hardoy, Tatiana Castro Mejía, Rocío O’Dezaille y Andrea Ghuisolfi, entre muchas otras.
“Una de las cosas más hermosas que se lograron con este grupo -cuenta Camila-, es la relación entre artistas de diferentes generaciones, que es algo que quizá no sucedía tanto. Poder conectar con artistas que también se merecen tener un espacio de reconocimiento mucho más grande y que no lo tienen por todo lo que ya veníamos hablando. Así que, fue, y es muy hermoso, poder conectar con generaciones varias. Estábamos buscando eso, generar ese espacio de visibilización, experimentación y conexión entre nosotras. Y a futuro, seguir incentivando la diversidad”.
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La música de Camila Nebbia es por demás estimulante. Es un sofisticado trabajo de arquitectura sonora construido con detallados cimientos en la partitura atravesados por coloridos torbellinos de libertad improvisada. Sus referentes la delatan: Anthony Braxton, Matana Roberts, Roscoe Mitchell, Morton Feldman, Ingrid Laubrock y György Ligeti, entre otros.
El primer disco a su nombre fue A veces la luz de lo que existe resplandece solamente a la distancia (KUAI MUSIC, 2017), un atractivo álbum en formato de sexteto donde ya se aprecia la riqueza de sus ideas como compositora, además de experimentar con el concepto rítmico de las dos baterías —con el que también buscaba dividir al grupo en todas las formaciones posibles— y que repetiría en Aura, su última entrega.
Luego, vino De este lado (Club del disco, 2019), material de saxofón solo, efectos y poesía, editado en formato de fanzine con los textos escritos por Camila. Para este álbum, nada más llevó al estudio algunas ideas. Fue prácticamente improvisado. “Cuando escribo me gusta hacerlo para más personas. A veces pienso en escribir algo para saxo solo, pero después me acuerdo que lo voy a tener que tocar sola y me aburre -ríe-, prefiero la conexión con alguien”.
– En tu música escucho a dos Camilas: una obsesiva con el orden y otra totalmente libre. -Le hago notar.
– Lo que me interesa explorar tiene que ver con esto que vos decís: el orden y el caos. Busco mucho eso. Me encanta el caos y me encanta poder expresarlo de diferentes maneras, me encantan las melodías, me gusta mucho generar espacios de mucha saturación cromática. Me gusta explorar lo cromático y cómo poder crear melodías de esta manera.
– En este tipo de trabajos con alto grado de complejidad ¿Cómo hacer para que no se conviertan en un mero ejercicio técnico y puedan tener una conexión con la gente más allá del interés de un músico?
– Es una buena pregunta porque en general, cuando escribo, no pienso en lo técnico, escribo mucho desde el oído o la intuición y, a partir de ahí, le pongo el cerebro técnico. Pienso mucho en conceptos y eso es lo que me lleva a seguir trabajando desde la intuición, pero siempre es un desafío el equilibrio de las dos cosas. A mí me pasa que siempre estoy del lado de lo intuitivo y tengo que laburar para poder arrancar desde otro lado. Pero creo que una buena forma de mantener el equilibrio es no olvidarse del por qué uno está escribiendo, qué es lo que te mueve de cada cosa que estás haciendo, si es una nota, si estás haciendo algo gráfico, qué hay detrás de eso.
El pasado 14 de agosto Camila puso disponible Aura (ears&eyes, 2020), el trabajo más arriesgado de su discografía hasta la fecha. Aura no es solo un ensamble de diez integrantes interpretando la provocadora y elaborada música de Nebbia, sino también un acto de arrojo de su parte por la dificultad que implica organizar un grupo de esas características de manera independiente.
“Lo difícil de tener un grupo grande es que yo quiero retribuirles el laburo. Hay que ensayar sí o sí -hemos tenido ensayos 11 de la noche en día de semana con parte de la banda-, después hay que ir a tocar y es muy difícil conseguir plata para esto. Siempre es un desafío ver cómo subsidiar. Para pagar el disco vendí el aire acondicionado y el lavarropa, pero bueno, hay que encontrar la forma, para mí es importante lograrlo. Además, la buena onda del grupo es importantísima, a veces armás un grupo grande y no sabés cómo va a resultar la química grupal. Y esto fue una suerte enorme, todas las personas que participaron son increíbles músiques y personas”, relata satisfecha.
Para el disco, Camila tomó el concepto de Memoria como eje para darle vida a cada tema con una historia detrás. “Me movió mucho la memoria, es algo que siempre tengo presente en todas sus formas, ya sea la memoria personal, una memoria ancestral o una memoria de alguien en particular”, apunta.
“Las manos” es un tema dedicado a todas las ancestras de Camila que han vivido con mucha opresión y violencia de género. Asimismo, es un homenaje a todas las mujeres que luchan por vivir en una sociedad más igualitaria.
Por su parte, “La quietud del viento” es una pieza escrita para su tía abuela con quien tenía una estrecha relación. “Éramos grandes amigas -relata-. Empecé a escribir el tema cuando ella estaba muy enferma y en sus últimas semanas de vida. Lo que más me impactó fue lo que le costaba despedirse. Entonces, es un poco el caos y la belleza de esos momentos, tener que tomar ese tipo de decisiones, desapegarse de lo mundano, de lo humano y despedirse”.
Sobresale “Algunos rastros de la memoria”, aventurado tema de casi 20 minutos de duración donde -además de sumergirnos en el vasto universo sonoro de la compositora-, Camila incorpora la palabra hablada a través de un fragmento de la obra de Federico García Lorca: Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores, que da pie una improvisación grupal y en la que una de las preguntas que se pueden escuchar es: ‘¿Por qué una mujer no puede respirar con libertad?’
“Es una composición originalmente escrita para quinteto de cuerdas -me cuenta-. Fue un pedido de Violeta (García) y de Carlos (Quebrada) de TVL Rec para un ciclo de compositores y compositoras. Además, importantísimo detalle: iba a ser estrenada el 8 de marzo. Entonces, pensaba que como era una fecha tan importante, quería conectar con cosas que me habían sucedido por ser mujer, con recuerdos y sentimientos, cosas que quizá son difíciles de describir en palabras”.
– ¿Hasta ahora cómo ha sido el camino con tus colegas mujeres?
– Me siento muy conectada con las compañeras con las que trabajo y siento que nos entendemos, pero siempre nos tenemos que estar sobreponiendo a estos pactos que existen socialmente. Yo no creo que haya que crear un pacto entre mujeres porque tampoco se trata de mujeres y hombres, hay más identidades y estaría bueno darles el espacio también. Me siento privilegiada de ser mujer en ese punto porque, si bien hay muchas cuestiones del lenguaje de la sociedad que no nos incluye, por lo menos en algún lugar aparecemos. Pero hay un montón de gente que todavía lucha por aparecer, por ser reconocida. Entonces, estaría bueno que se rompan esos pactos y se creen nuevas formas de poder convivir y relacionarnos.
– Finalmente, Camila ¿Qué has descubierto a lo largo de tu trabajo con ellas?
– Siento una gran comodidad, siento que encontré grandes compañeras y que la energía que manejamos en conjunto es diferente. También es una forma de sanar personal, histórica y socialmente. Sanar historias personales con respecto a generaciones pasadas, generaciones que no han podido. Creo que en cada encuentro y en cada relación que tengo con una compañera hay algo de nuestras historias y la historia de nuestras ancestras que se conecta. Y una vez que tomas consciencia de que es un sistema opresivo y que todas vivimos cosas muy similares, está bueno esto de juntarse, poder charlar, porque para mí, lo más grave de todo, es el silencio.
*Días después de esta entrevista, Camila estrenó con su cuarteto vía streaming la obra “Corre el río de la memoria sobre la tierra que arrastra trazos dejando rastros de alguna huella que hoy es número“, pieza en la que tomó como base el mapa de la República Argentina y cuya temática es la violencia y la desigualdad social.