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Bituin, una familia folclórica de la ciudad

Con una fascinante propuesta en la que el cancionero tradicional latinoamericano se da la mano con estilos como el free jazz y la experimentación sonora, los folcloristas bogotanos de Bituin celebran 10 años de existencia.

Por Oscar Adad

Dice Santiago de Mendoza, baterista de Bituin, que, después de diez años, la banda se ha convertido en una especie de familia. “Algo así como los grupos de folclore donde toda la familia y los amigos participan: el papá, el tío, el novio, la hija”. Y tiene razón. El grupo está conformado por las hermanas gemelas Valentina y Juanita Añez, y por el propio Santiago y su hermano Daniel. Sin embargo, Bituin no es una familia de músicos tradicionales de alguna zona rural de Colombia. Ellos son de la ciudad de Bogotá y, si bien son devotos de la música folclórica latinoamericana, también les gusta experimentar con las posibilidades de la improvisación y el sonido. Con esta visión lúdica y sin prejuicios han confeccionado una fascinante propuesta donde la música de Mercedes Sosa, Violeta Parra y Tomás Méndez, entre otros, se encuentra de manera ingeniosa con estilos como el free jazz y la experimentación sonora.

El grupo nació en 2010 gracias a un examen de la carrera de jazz de la universidad, en el que presentaron el tema “José Escandón”, de Lucía Pulido, y cuyo formato original era a trío: voz, bajo eléctrico y batería. Pero ellos lo tocaron con la sección rítmica y dos voces, lo cual les atrajo por el potencial que significaba experimentar con el repertorio folclórico en ese formato.

“Originalmente no había un instrumento armónico en esa canción -relata Juanita- entonces eso nos llamó la atención porque era un reto para hacer arreglos. Y después de que empezamos a escoger más música que no viniera en ese formato originalmente, nos dimos cuenta de lo interesante que podía ser inventarse cosas alrededor de tres líneas melódicas en vez de un instrumento armónico”.

-¡Como Ornette!-, dice Daniel, contrabajista del grupo, haciendo alusión al cuarteto clásico del saxofonista de free jazz, Ornette Coleman. Su comparación no es para menos. Si Coleman realizaba intrincados juegos melódicos con el trompetista Don Cherry y el baterista Ed Blackwell sostenidos en las cuatro cuerdas de Charlie Haden, en Bituin, las voces de Juanita y Valentina vuelan ágiles y juguetonas como dos abejas impulsadas por el viento siempre a favor que les ofrece la batería de Santiago y la seguridad de un suave aterrizaje en el tiempo que otorga el contrabajo de Daniel.

– Vi potencial -recuerda pensativo Santiago-: música latinoamericana, folclore, jazz y vanguardia: el límite era el cielo.

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La música de Bituin es compleja, divertida y profunda a la vez ¿Quién se iba a imaginar escuchar temas clásicos del cancionero latinoamericano -olvidado por generaciones actuales- convivir con sonidos tan disímbolos y distantes como el jazz de vanguardia, estilos contemporáneos y la experimentación sonora? Sin embargo, no hay que ser reduccionista y llamar a su música fusión. Lo de ellos va más allá: es un proyecto que pone de manifiesto el poder expresivo del folclore latinoamericano, traído al presente con influencias de géneros actuales y llevado a romper límites gracias a la imaginación del cuarteto.

“Yo amo el jazz, y luego al folclore le comencé a coger el gusto -relata Santiago-. Dije: esto es como el jazz, el folclore latinoamericano, pero más que todo, colombiano. Porque en Colombia lo que encuentro musicalmente siento que me llega al mismo punto que el jazz más free, más Coltrane. Y oigo el folclore y no puedo creerlo”.

“La musica folclórica es perfecta -dice Daniel-. Es tan natural la forma en que se gestó y tan profundo que es perfecto. Por eso, a veces a los folcloristas no les gusta tanto que lo cambien. Pero yo siento que así como alguna vez nació ese folclore, es natural que cambie. Alguna vez el folclore tradicional no fue tradicional, sino la música del momento”.

El sonido de Bituin está construido a partir de la simpleza formal de la canción folclórica latinoamericana. En esa vital semilla cada integrante imprime su mirada para que florezca prácticamente un nuevo tema. Si bien, la melodía permanece intacta y reconocible, alrededor de ella hay un imaginativo y depurado trabajo de arreglo que se ve acentuado por el formato del grupo sin instrumento armónico. “Diseñar los temas siempre es un reto por el formato que usamos en Bituin. No podemos cantar la canción tal cual porque no va a sonar bien”, dice Valentina.

Sin embargo, el formato del grupo no solo implica un reto a nivel arreglo, sino también a nivel interpretativo. “Nos gustan los formatos pequeños y sacarle provecho a los instrumentos -continúa Valentina-. Tiene que ver con el jazz el exprimir el instrumento hasta que dé lo más posible en diseño. Eso hace que no sea necesario estar llamando muchos músicos, sino ponerse a pensar, explorar y diseñar”.

Por otro lado, Juanita y Valentina explotan su creatividad en las voces para invitarnos a una idea de canción atrevida y fuera de lo común. Ellas no solo están interesadas en la música, sino también en la experimentación sonora, lo que dota a las canciones de nueva vida. “¿Cómo sacarle más sonidos a una canción que originalmente es guitarra y voz?, porque estamos hablando de canciones que casi todas son así -apunta Juanita-. La exploración va alrededor del sonido. No viene de otro arte, sino del sonido incluyendo no solo notas. Nosotras tenemos un gusto también por el ruido, los timbres, los sonidos, las texturas”.

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Los cuatro integrantes de la banda pertenecen a un circuito de sobresalientes músicos bogotanos que estudiaron la carrera de jazz, pero que decidieron tomar el estilo solo como un pretexto para la creación de un camino más personal a través del diálogo con las músicas tradicionales colombianas y que ha derivado en proyectos fundamentales de su ciudad, tales como Meridian Brothers, El Ombligo, Suricato, entre muchos otros.

“Creo que en Colombia hay una ventaja frente a otros países latinoamericanos que han tenido muy buena escuela de jazz, y es que aquí no hay una escuela de jazz como tan fuerte, no llegó una escuela de Berklee. Ha permanecido como un lenguaje que uno puede usar y apropiárselo para mezclarlo con otras cosas. Hay unas propuestas impresionantes y casi ninguna suena como a gringo”, cuenta Santiago.

“Hay muchos profesores que les gustan mucho las mezclas y el jazz más experimental -agrega Valentina-. Algunos están activos tocando y no se dedican solo al jazz tradicional en inglés”.

Por su parte, Daniel cuenta que los profesores han llegado al jazz de una forma menos académica y más intuitiva. “Para ellos el jazz no es el swing. Sí, son muy buenos tocando swing y lo han estudiado, pero para ellos es mucho más grande. Para mí el jazz es eso, una forma de pensar y de abordar la música”.

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El sonido del cuarteto ha evolucionado a lo largo de sus tres álbumes grabados hasta la fecha: Paisaje abierto (2011), Entre tu pueblo y mi pueblo (2014), y Lluvia en el maizal (2018), además de tres nuevos temas lanzados en 2020 y 2021: “Profeta” (K. Mendoza / V. Añez), “Los hermanos” (Paula Nenette Pepín y Atahualpa Yupanqui), y “Cuando Dios el mundo hacía” (Anónimo), que se verán reflejados en el EP Divina cosecha. Si bien en el primer disco el sonido evidenciaba en gran medida el diálogo entre el folclore y el free jazz, en sus últimos trabajos se nota incluso un acercamiento vocal al hip hop y a compositores contemporáneos.

“Con el tiempo [el sonido] se ha vuelto un poco más difuso y estamos creando un lenguaje y estilo propios que ya no es el free jazz con el folclore, sino una manera propia de hacer música que hemos desarrollado a partir de la particularidad del formato y los gustos. El último álbum ya ni siquiera es folclore. Creo que Bituin se está convirtiendo en una plataforma de transformación y eso también puede venir un poco del jazz”, cuenta Santiago.

“El primer disco lo hicimos como si fuera un concierto grabado en casa, casi que en una toma cada canción y más bajo eléctrico -relata Valentina-. El segundo, más una emoción, una intensidad, más notas graves y largas con contrabajo, y el tercer disco quisimos no hacerlo tanto en la intensidad, sino en que la canción nos sonara redondita”.

Otro de los cambios en el estilo del grupo ha sido el vocal, incluso, en “Parientes”, tema del 2019, se han acercado a otros estilos como el hip hop. Al respecto, dice Juanita que en sus inicios “botaban” más la voz. “Estábamos muy aferradas al canto más tradicional, y ahora de tanto escuchar pop y música que está grabada en estudios, y por usar tanto la voz frecuentemente, empezamos a cantar más suave, eso de pronto se debe notar en la música. Ahora ya no gritamos todo” (risas).

Charlar con los dos pares de hermanos da la sensación de ser una especie de intruso. Hay tal empatía y conexión entre ellos que uno no quisiera quebrar ese espacio de intimidad y entendimiento que tienen y muestran al mundo. Juanita y Valentina son hermanas gemelas y, además de tener su proyecto a dueto llamado Las Añez, siempre han cantado juntas. Por su parte, Santiago y Daniel son casi de la misma edad y dicen que, además de llevar una gran relación, han tocado juntos desde adolescentes. Las Añez y los hermanos de Mendoza son dos mundos que se encontraron para crear uno solo.

“Siento que tocar tantos años y hacer [sección] rítmica nos volvió casi un instrumento -cuenta Santiago-. La combinación de los dos se vuelve un color. Pasa lo mismo con Las Añez. Hay gente que dice: “quiero invitar a Las Añez, que son como un instrumento”.

“La verdad sí -agrega Juanita-, ellos también tienen eso de que se conectan en los ensayos. Los ve uno y no entiende cómo es que empezaron al tiempo si no contaron; yo no sé si se sintieron, se miraron… Y como hermanos también están súper conectados. Tienen esa conexión casi igual que la nuestra, entonces sí somos como dos mundos unidos”.

Más allá del sonido y la identidad artística que han logrado en diez años, el grupo también celebra la profunda relación que ha forjado a través de la amistad y el amor. Pero contrario a lo que se quisiera creer y a la mitología que envuelve a la banda, los hermanos de Mendoza no son gemelos y solamente Santiago y Juanita son pareja. Sin embargo, los 4 han tejido un lazo tan fuerte que se ha convertido en un vínculo familiar primordial para la existencia del grupo. “Es muy familiar -dice Valentina-, yo creo que a veces ya nos tratamos como primos, ya hay mucha confianza”. “Desde llegar a su casa, meterse a la cocina, hacer chistes sin pena. Hay mucha confianza y equilibrio”, agrega Juanita.

“Hay grupos que cambian al guitarrista y no pasa nada -sostiene Daniel-, pero en Bituin no habría la más mínima posibilidad de que si alguno no está, el grupo siga, eso es demasiado claro. Es como una familia, todos somos muy cercanos, muy amigos”. “Somos como una especie de folcloristas de la ciudad -dice Santiago-. En cualquier banda folclórica el sobrinito toca, el novio y el amigo, y todos son una familia. Como que no separan la relación familiar de la música. Uno ve esas familias y dice: esa vaina no la separa nadie, es un lazo muy fuerte. Y siento que hemos construido eso como amigos, como grupo y como pareja”.

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