Eblis Álvarez es graduado como músico profesional y guitarrista de la Universidad Javeriana (Bogotá). Realizó estudios de posgrado en composición y música electrónica en el Conservatorio Real de Dinamarca y posteriormente una maestría en música electrónica y producción en el DIEM (Danish institute for Electronic Music). Eblis ha recibido varias distinciones, entre ellas, el Premio Nacional de Composición del Ministerio de Cultura de Colombia (2003 y 2010), Beca Carolina Oramas de Icetex (Instituto Colombiano de Estudios Técnicos en el Exterior) y Beca de Desarrollo Artístico del Ministerio de Cultura de Dinamarca. Su música se ha interpretado en varios países de Europa, Estados Unidos y Sudamérica. Actualmente, se desempeña como productor e ingeniero en diferentes proyectos en la escena experimental colombiana y compositor freelance. Además, desarrolla proyectos independientes, entre ellos, Meridian Brothers, Los Pirañas y Chúpame el dedo.
– ¿Eblis, cómo has vivido el confinamiento? ¿Qué consecuencias te ha traído?
Con preocupación, expectativa y confusión. Al mismo tiempo, me he dedicado en mi desocupación a analizarme en relación a la comunidad por el filtro de las redes sociales y el Internet. Muchos patrones emergen.
Otras consecuencias también se han sentido. Entre ellas, una especie de planteamiento de la realidad más detallado, el cual, llevaba rastreando por años; además de confirmar mi desconfianza a lo que llaman sistema, que puede ser resumido en el pensamiento político, el sistema económico y el sistema de información -básicamente de ahí emana todo lo que conocemos como realidad-. Y ya que esta pandemia tiene que ver con ramas de la medicina y la ciencia, se me han planteado dudas sobre lo que se nos dice del conocimiento científico y el cuidado del cuerpo.
– ¿Qué papel consideras que tiene la música en esta crisis?
Debo postular primero un pensamiento no acabado que tengo con respecto al arte. Creo que el arte es exclusivamente o mayoritariamente humano. Tal vez puedo ser refutado por falta de evidencia, pero creo que no hay otra especie, al menos con información en nuestro rango de frecuencia en los sentidos, que haga arte o que lo consuma como parte estructural de su existencia.
Una afirmación alternativa también podría ser el decir que todas las especies animales y vegetales se comunican, pero que el arte es un manejo particular del lenguaje y el tiempo con respecto a las emociones y a la comunicación humanas. También se podría decir que la manipulación de códigos del lenguaje -sonido y luz absorbido por nuestros sensores- en el formato artístico, es un interés únicamente humano.
Pensando en esta idea -y tomando en cuenta que, a excepción del arte, compartimos las demás funciones con el resto de la vida biológica de la tierra-, la música, haciendo parte de una de las categorías del arte, es muy importante.
Casi que he definido el papel de la música. Si he de profundizar, puedo también decir que la música se especializa en manipular la emocionalidad, el tiempo y la imaginación con meras vibraciones (sonido), a diferencia de la literatura, que también maneja el tiempo, pero con otra interfaz arriba de la vibración del aire (o la simulación mental de esta vibración que es leer en silencio) y que es el lenguaje.
Mi explicación se torna cada vez más abstracta, pero creo haber sido claro en el papel de la música y su contexto. También este tema se puede profundizar, hablando de la implicaciones vibratorias de la música/sonido en la salud y la percepción del tiempo, pero supongo que esto ya no hace parte de la pregunta.
– ¿Cuáles consideras que son los principales problemáticas que enfrentará la comunidad de músicos independientes en este situación inédita en el mundo? ¿Cómo resolverlas? ¿Cómo abordarlas?
Como en situaciones pasadas, mucho de lo que pasa en el mundo en la mayoría de aspectos de la vida es un reflejo de estadios más generales relacionados con la política y la economía. En las últimas décadas hubo un espacio de “diversidad“ política en países latinoamericanos. Hubo gobiernos progresistas o de izquierdas triunfando en las elecciones o gobernando en algunos países que antes tuvieron dictaduras, gobiernos neoliberales o de derechas (independientemente de cómo hayan terminado estos gobiernos se puede afirmar que hubo algún tipo de diversificación).
De la misma manera, esta diversidad se vio en la industria musical con la apertura de Internet y el abaratamiento de los medios de producción, donde artistas periféricos a la industria y a los métodos centralizados en el ojo occidental, lograron medianamente prosperar y expandirse.
En los últimos 5 o 6 años esta aparente apertura se empezó a cerrar de nuevo. Como en la economía, donde una empresa grande compra a otras en crisis y aumenta su tamaño y termina eventualmente absorbiendo todo el espectro de servicios de su categoría, creo que esto ya estaba pasando en la música. Los actos grandes de siempre, volvieron. Por ejemplo, el resurgimiento del estilo cansado de los Rolling Stones, el relanzamiento de Los Beatles en plataformas digitales y documentales, o los extensos programas de prensa a bandas mainstream popularizadas masivamente en la década pasada, que empezaron de nuevo a ocupar los carteles de grandes eventos y la publicidad. Es justamente lo que se ve en la economía. En plena pandemia vemos también a gigantes de las finanzas comprando empresas medias y pequeñas abarcando el espectro del consumo. Es un fenómeno conocido.
Basado en este preludio, y para responder a la pregunta, veo como problemática la existencia de una gran monopolización o casi como un eufemismo, lo que aparece en los grandes portales de opinión: “No será lo mismo que antes”. Y claro, esto va a pasar probablemente porque mientras la gente de a pie no pueda operar sus negocios por estar confinada, estos servicios serán absorbidos por grandes conglomerados.
Sin embargo, estas absorciones crean filtrajes en donde nuevos grupos humanos emprenden servicios tangenciales o marginales. Creo que van a volver a emerger pequeñas islas de música en donde artistas por aquí y por allá seguirán produciendo y construyendo escenas locales, tratando de guiar a la audiencia a sonidos creados cerca de sus viviendas como reacción y solución parcial a este problema que se sale de las manos. Con el tiempo se puede esperar un crecimiento, dependiendo de lo que los poderes dispongan con nosotros.
– Al ser la música un agente que que históricamente fortalece vínculos e identidad comunitaria y cuyo espacio natural es el espacio público donde se lleva a cabo la escucha colectiva. Al cancelarse ese espacio por el confinamiento, desde tu perspectiva ¿qué implicaciones tiene para la comunidad en su conjunto?
Yo pensaría la música y sus estilos en una especie de reafirmación de la identidad individual después de la entrada del consumo personalizado, implantado por el comercio y la publicidad que se agrupa en la asistencia a conciertos.
Sin embargo, y debo aclarar, cualquier conclusión positiva/unipolar con respecto a algún tema muchas veces carece de aplicación práctica más que en la opresión de los divergentes.
Así que, hablando de la música y la comunidad, pienso, en efecto, que la música es comunitaria, pero con una proyección casi siempre pública, y que también tiene que ver con unidades políticas o a veces de diversos guetos.
Pienso que en la colectividad alrededor de la música debe haber “algo más” que concrete esta colectivización. Desde un club de música, el sufrimiento de un grupo marginado, una minoría, un resentimiento del pasado resaltado por la educación histórica (como en el caso poscolonialista), una especialización por parte de músicos en un género específico, como los jazzistas o los músicos clásicos, o bueno, si se es de los Beatles o los Rolling Stones (:D). No me parecería muy común ver a una colectividad consolidada públicamente dándose insultos en un foro de Internet por Lady Gaga, la cual en una sociedad de consumo más cómoda es sobre todo una escogencia personal.
Ahora, justamente en Latinoamérica y por una razón poscolonial política, sí hay una cohesión de las emociones en torno a ciertas músicas, nuestras músicas. Y revisando la historia es una lucha muy antigua, que proviene del patriotismo. Yo ciertamente cumplo el estándar de un latinoamericanista promedio con mis resentimientos por Cristobal Colón que tanto daño me hizo personalmente.
Paralelo a esta pregunta, pienso que una manera sana de llevar los colectivos es lograr la protección del cuerpo y de una porción aceptable de la mente. Los colectivos en su parte positiva intercambian conocimiento, se asocian para lograr dinero o financiación, obtienen algún tipo de influencia en los interminables lobbys de la política tecnocrática actual, o también hacen buenas fiestas. Pero los colectivos, en su parte negativa, se vuelven jerárquicos y centralistas. Con el centralismo viene la escasez. Ya que para mantener una ideología central es necesario que esta sea simple y sin muchas aristas, escasa.
La implicación del cierre de los espacios colectivos probablemente sea una limitación de la expresión y operación de estos mismos, mas no de su existencia, ya que como estaba explicando en párrafos anteriores, los colectivos existen, sobre todo, en el hilo ideológico y mental de los participantes. De hecho, inmediatamente después de la pandemia, se empezaron estos colectivos a reestructurar por medio del sistema de comunicación impuesto: el Internet. Dado que una gran parte de la existencia de los colectivos es la idea mental de que uno pertenece a ellos, es poco posible que se acaben o se diluyan. Eso sí, habrá un tiempo sin fiestas.
– ¿Como creador qué papel juega la tecnología en el confinamiento? ¿Se reduce a hacer streaming? ¿Consideras que a través de la tecnología se podría generar un vínculo tan fuerte con el escucha como lo hace la música en vivo?
Yo soy un crítico parcial de la tecnología como la conocemos hoy en día. De hecho, pienso que la tecnología, en su definición oficial: “una resolución técnica a un problema”, no está operando literalmente.
Lo que entendemos como tecnología en la actualidad, y que mayoritariamente se refiere a las computadoras, los operadores electrónico-digitales y sus derivados, las comunicaciones inmediatas por medio de estos aparatos no cableados que utilizan ondas electromagnéticas para encriptar el contenido de mensajes y, sobre todo, sus decodificadores, las pantallas, no creo que sean directamente tecnología, al menos, en parte.
También se nos ha inculcado el concepto de que la tecnología es una cosa o artificio fabricado. Pero la tecnología no es siempre una cosa, también puede ser un conocimiento o una técnica para hacer cosas.
Muchos de estos elementos quasi tecnológicos causan problemas, -justamente lo contrario a la definición de la tecnología-. Profundizando este caso, el “problema” es inmediatamente solucionado con otra herramienta de esta quasi tecnología, actitud que se vuelve un bucle. Por ejemplo, esta quasi tecnología es utilizada para soportar el gran andamiaje de la economía global, la cual, sabemos, es un problema parcial. O también, la tecnología digital es empleada para centralizar el comercio, el conocimiento y los servicios, dejando a muchos grupos humanos en marginalidad económica.
Si se habla en el campo de la música y el arte, es muy común que un creador se vuelva más bien un consumidor de tecnología simulando crear cosas. Por lo tanto, yo no llamaría tecnología a lo que se llama tecnología en discursos tecnocráticos. Yo lo llamaría, “sistema tecnocrático de comunicación y contenido para el control humano”.
Debo aclarar que muchas de las tecnologías de base electro-digital sí solucionan problemas; de hecho, el lenguaje binario es un avance tecnológico notable, además de ser increíblemente creativo y flexible. Pero las interfaces que se han construido sobre estos dispositivos hardware-software, empiezan a oscurecer las soluciones y se convierten en nuevos problemas, despojando gradualmente a la mente humana de la comunicación directa con las herramientas tecnológicas y volviéndolas entes simplificadores y encriptados, controlados exclusivamente por las corporaciones tecnológicas.
Ahora, ¿qué es tecnología? Volvemos a la parte inicial de esta respuesta. Por ejemplo, el lenguaje es una tecnología muy poderosa que habita en nuestro cerebro y nuestra red humana, y justamente resuelve el problema de la comunicación mediante el sonido.
Tecnologías anteriores a la red digital son catalogadas como tal porque resuelven nuestros problemas. Pero la red digital de comunicaciones no es tecnología, porque muchas veces no resuelve problemas: simula resolverlos, pero los complica, añadiendo servicios y requerimientos al mismo problema; de hecho, entorpece nuestra capacidad para comunicarnos y suprime o simplifica muchas de nuestras habilidades innatas. Por ello, creo que no hay mucho que hacer en estas plataformas de streaming. Son una simplificación de la energía que utilizamos los humanos para comunicarnos y nos despojan del control de la información.
Nótese, por ejemplo, la falta de emocionalidad y los malos entendidos que se dan en los mensajes de texto, que son inmediatamente reemplazados por emojis, o la dificultad comunicativa de las reuniones en video. Es decir, esta quasi-tecnología está justamente destruyendo nuestra habilidad para comunicarnos y nuestra capacidad de evolucionar el lenguaje por citar uno o dos problemas.
Pienso que los vínculos con el escucha deberían hacerse con humanos presenciales, así sea a metros de distancia, en reuniones en comunicación física o en comercio de formatos de grabación conocidos o desconocidos, o utilizando herramientas tecnológicas abiertas. Estamos reduciendo con las comunicaciones digitales el pequeño mundo tetradimensional que habitamos a uno bidimensional.
Eso sí, #quédateencasa, pero algún día tendremos que salir a seguir desarrollando nuestra civilización y a darnos coces con la autoridad.
¿Cuáles consideras que sean las lecciones que habría que tomar de esta crisis?
No sé si haya lecciones qué aprender. Generalmente creo que se aprende una lección cuando se hace algo malo o se comete un error. Pero un día estábamos camino a nuestro trabajo y de repente se nos dice que hay un virus que va a matar a un 20% de la población mundial y que es en parte por nuestra mala suerte o por culpa de nuestro mal comportamiento con la naturaleza. O que es culpa de un habitante de Wuhan que se tomó una sopa con un murciélago adentro.
Si nos consideramos malos, debemos aprender la lección. En este orden de ideas, yo no debería quemar un bosque en Australia ni la selva amazónica, ni llenar mi casa o la calle con CO2. Tampoco debería votar por el político corrupto, no debería llenar el mar de plástico, o no debería tomar sopas con murciélagos. Acá notamos que una culpa colectiva se individualiza en los medios porque medianamente un gran porcentaje de humanos trata de hacer lo correcto. Hay movimientos políticos en nosotros ya implantados para cuidar y consentir a la Tierra. Pero los medios vuelven a decir que es culpa de este humano terco, contaminante y codicioso. Muchos optan por el odio a sí mismos.
¿No sé si algo de esto sea la lección? Si es así, espero aprenderla.