Aarón Cruz, ecuanimidad en medio del caos

El contrabajista mexicano habla sobre la importancia del silencio, la reflexión y saber adaptarse a los cambios que se avecinan por la pandemia.

Por @malariasonora

Aarón Cruz es una referencia para la música en México.  Con poco más de treinta años de carrera, el bajista y contrabajista, ha acompañado a decenas de artistas de muy diversos estilos: jazz, rock, pop, música mexicana y un largo etcétera. No en vano, en 2014, la Fonoteca Nacional de México decidió inaugurar la Colección Aarón Cruz, 64 grabaciones realizadas por Aarón hasta ese año. Actualmente, los proyectos más visibles donde participa son, A Love Electric, Dantor y Tempus Fugit Cuarteto.

– ¿Como has vivido el confinamiento?

Sin problemas, la verdad. Mi trabajo como músico me hace salir mucho: dentro de mi ciudad, en mi país y con un mínimo de dos o tres viajes internacionales al año; entonces, gracias a que salgo, disfruto mucho estar en casa, que es mi taller, mi estudio y que es afortunadamente un lugar muy silencioso.

Es la primera vez en la vida que estoy, hasta el día de hoy, 48 días sin salir de casa. Ni siquiera he visitado a mi familia. Mis padres están en sus 80 años y no quería llevarles la enfermedad, en el caso de haberla tenido al volver de viaje.

El inicio de esta emergencia nos tomó por sorpresa viajando por Alemania con A Love Electric y, al volver a México, me tomé la cuarentena muy en serio, pues, sin saberlo, podría haber traído el virus. Me encerré desde que volví, con la coincidencia forzada de que todos los  compromisos que tenía se cancelaron. No he desarrollado ningún síntoma, pero prefiero respetar la reclusión y aprovechar el tiempo, que tanto disfruto, en casa.

– ¿Que consecuencias te ha traído el confinamiento?

Como a muchos, la incertidumbre de lo que pasará, primero; y segundo, la oportunidad de cuestionarme muchas cosas de mi quehacer y del papel que jugamos todos en estos tiempos. Pero uno se ha entrenado para esa incertidumbre y los cuestionamientos son los mismos, con o sin reclusión forzada.

Lo principal es que me ha hecho valorar las decisiones que he tomado hasta este momento y me ha hecho retomar el estudio, la lectura y la reflexión. Aparte de la fortuna de poder trabajar desde casa (dar algunas clases online, grabar desde casa, escribir, etc.) y no tener que salir, no por miedo, sino porque sí considero importante, en este momento tan extraño de una epidemia, no salir.

– ¿Qué papel crees que tiene la música en esta crisis?

Creo que es vital. Es la gran compañía. Y me lo dicen a diario, ahora por medios electrónicos, los alumnos, los colegas y la gente que necesita la música como compañía e incluso como fuerza moral en estos tiempos. Desde casa escucho como los vecinos, en su encierro, ponen sus músicas para pasar mejor estos tiempos.

Tengo amigos médicos que están ahora en el frente de la batalla y me dicen que no deje de hacer música, que eso les da fuerza y esperanza.

Es un gusto, pero también una gran responsabilidad ahora más que nunca, hacer buena música, honesta. Alguien lo aprecia o lo va a apreciar.

– ¿Cuáles consideras que serán las principales problemáticas que enfrentará la comunidad de músicos independientes en esta situación inédita en el mundo? ¿Cómo resolverlas? ¿Cómo abordarlas?

Creo que todo va a cambiar y eso está bien. Hay que poner en perspectiva las cosas, las decisiones y las costumbres. Creo que lo peor es dejarse llevar por el pánico, la prisa y la desinformación.

Para mí ha sido siempre importante vivir dentro de mis posibilidades y saber vivir frugalmente, sin tantas “necesidades” impuestas por la sociedad. Esto te va entrenando a ahorrar, a organizarte, a no necesitar muchas cosas y a agradecer profundamente el trabajo que va apareciendo.

Abrir las posibilidades es importante; aparte de tocar, generar proyectos, dar clases, mantenerse vigente en el oficio propio y no crear costumbres inútiles. Aprender a hacer otras cosas es importante. Aprender a ser útil, desde lo más básico.

Va a ser importante ver hacia dónde se van dando los cambios y actuar en consecuencia. Tengo la esperanza de que la música, especialmente la música en vivo, seguirá siendo una necesidad humana y sé, por experiencia, que siempre habrá gente que valora el trabajo artístico y lo apoya, desde simplemente escuchar, hasta apoyar en la creación y presentación del trabajo que uno hace.

Nótese que hablo de personas, no de instituciones, estos organismos abstractos que muchas veces entorpecen, manipulan o incluso censuran, según sus lineamientos, al trabajo artístico. Hay quienes cifran todas sus esperanzas en las instituciones y hay a quién le funcionan y está bien. Pero el trabajo artístico no puede ni debe estar regulado ni condicionado por las instituciones.

Creo que es muy importante aprender a no depender de una sola cosa, de una sola fuente. Recuerdo, por ejemplo, a los alumnos de la escuela del CECAM, en la Sierra de Oaxaca: todos estudian su instrumento, saben trabajar la tierra y ayudan en las labores domésticas de su escuela. Haber visto eso cuestiona y da esperanza al mismo tiempo.

No tengo una solución clara para cómo resolver o cómo abordar la situación. Si podemos seguir, seguimos; si tenemos que hacer otra cosa, tendremos que adaptarnos y aprender, cosa que siempre es buena.

– ¿Como creador qué papel juega la tecnología en el confinamiento? ¿Se reduce a hacer Streaming?

La tecnología es un arma de doble filo. Es una maravilla, pero también es un distractor. Creo que hay que cuestionar la facilidad que nos otorga la tecnología y la impresión de cercanía que da. Todo ha cambiado radicalmente en los últimos 20 años por los avances tecnológicos y no todo precisamente para bien. Los artistas que más admiro han hecho y hacen uso de la tecnología, pero solo como una herramienta auxiliar.

Creo que en la actualidad se confunde el fin con el medio y eso hace que proliferen los contenidos vacíos y poco reflexivos.

El Streaming puede ser una gran herramienta, pero una de las labores más arduas en estos tiempos es saber elegir qué es realmente importante de todo lo que se ofrece y de lo que también uno mismo comparte.

La tecnología es importantísima, pero no hay que depender de ella. Gracias a ella hoy podemos acceder inmediatamente a muchas cosas y compartir también muchas cosas, pero hay que cuidarse de no recibir ni compartir nimiedades o contenidos de poco valor. La inmediatez puede ser nociva.

En el caso del arte, lo que se necesita es soledad, cuestionamiento y reflexión. Y en muchos casos, alejamiento de la sociedad. Y por supuesto, un trabajo arduo.

– ¿Qué opinas de la gran cantidad de contenido gratis online que se está liberando, tanto de grandes consorcios -como el festival de jazz de Montreaux- hasta los artistas independientes desde sus casas? ¿Que pros y contras le ves a esto?

Creo, como lo dije en la respuesta anterior, que hay maravillas y mucha paja. Es importante formarse un juicio propio y saber qué ver y qué compartir.

El verdadero y arduo trabajo es con uno mismo: ¿Qué necesito? ¿qué puedo aportar que sea valioso?

Por un lado, hay gente (o consorcios), que sí se lo preguntan y comparten pláticas, conciertos o sesiones de preguntas y respuestas muy valiosos y, por otro lado, hay una enorme cantidad de gente compartiendo basura. Hay quienes incluso dicen que comparten cosas porque están aburridos. Esto es terrible. Especialmente todo aquel que se considere artista no puede aburrirse. Tiene que transformar la realidad.

Hay que entender también que no porque algo sea “gratis” (que no lo es), es bueno. Y hay que estar atentos para, entre tanto contenido vacío, encontrar lo que tiene valor para uno.

– ¿Cuáles consideras que sean las lecciones que habría que tomar de esta crisis?

Creo que la más importante es la acción (y en estos tiempos, paradójicamente, la inacción) en pro del bien común.

Vivimos en tiempos demasiado acelerados y con demasiadas necesidades: necesidad de atención, de aceptación, de significación. Esto ha escalado al punto de destruir el entorno natural, de abusar de los congéneres y de nosotros mismos.

Creo que está bien parar y cuestionarnos por qué hacemos lo que hacemos, preguntarnos si importa que lo sigamos haciendo y bajo que términos.

Y lo más importante: darnos cuenta que afortunadamente no somos omnipotentes y que un bicho microscópico nos puede poner en jaque, lo cuál nos enseña que hay que poner atención a lo mínimo, no a lo que nos han adoctrinado que es “grandioso” o “importante.”

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