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Sofía Rei, la voz que cruza el continente

De Argentina a los Estados Unidos. La voz de Sofía Rei cruzó el continente para convertirse en una de las voces latinoamericanas más destacadas a nivel mundial.

Foto: Jesús Cornejo

Por Oscar Adad

A pesar de que a la pequeña Sofía le fascinaba cantar, era muy tímida. Su talento la llevó a participar desde muy temprana edad en coros de niños en su natal Argentina, pero siempre buscaba esconderse entre sus compañeritos. Y ni de broma pensar en cantar sola en las reuniones familiares. Sus padres ya sabían que la respuesta de su hija ante tal petición sería un rotundo “NO”. Pero ella seguía cantando. A solas, -cuando nadie podía escucharla-, en coros y donde podía. Años después, su nombre y su voz resonarían internacionalmente y se convertirían en referencia de la música latinoamericana actual.

Sofía Rei Koutsovitis es de origen griego y español, tiene 38 años. La timidez ha quedado muy atrás. Hoy es una mujer elocuente, se expresa con precisión y ríe de vez en cuando mientras charlamos. Y ni qué decir cuando sube al escenario. Sofía envuelve el espacio con su voz y seguridad en sí misma. Es compositora, arreglista y letrista de su proyecto en solitario con el cual ha grabado tres álbumes hasta la fecha: Ojalá (2006), Sube azul (2009) y De tierra y oro (2012), trabajos donde combina la sonoridad de diferentes músicas latinoamericanas, la improvisación y pinceladas de música electrónica.

Nuestra plática fluye entre recuerdos de la niñez y los orígenes migrantes de su familia. Su abuelo paterno era griego y tenía kioskos de golosinas, como la mayoría de los griegos en Argentina – relata-. Su abuelo materno nació en Santander y “un poco por la crisis después de la Primera Guerra Mundial y un poco porque era un personaje muy loco, decidió subirse a un barco sin saber a dónde iba. Terminó en Buenos Aires quién sabe cuántos miles de meses más tarde con la idea de que iba a recorrer el mundo. Tenía 16 años en ese momento, y creo que el viaje lo asustó lo suficiente como para no moverse nunca más ni del barrio, ni de la casa. Fue muy gracioso”, me cuenta.

Casualmente, fue por una de sus abuelas que la vida musical de Sofía empezaría a tomar un rumbo más claro. La señora encontró un anuncio en el diario donde avisaba de audiciones para el Coro de niños del Teatro Colón de Buenos Aires, una de las salas de ópera más importantes del mundo por sus cualidades acústicas y arquitectónicas. Sofía hizo la audición y logró un lugar. Su primer concierto fue en la sala principal, con orquesta y el coro polifónico. El coro cantó El Mesías, de Händel, y para ella fue un shock de adrenalina el hecho de ver la majestuosidad de la sala iluminada y de cantar en ella. Tenía tan sólo 9 años.

La carrera de Sofía es sólida y ha despertado admiración entre la crítica y los medios. Ha sido reconocida por la Jazz Journalist Association, la comunidad digital Latin Jazz Corner y los Independent Music Awards. Pero el resultado es consecuencia de una artista que ha trabajado profundamente. Nunca le han gustado las cosas sencillas.

Se sumergió de lleno en la música clásica y entró al Conservatorio Nacional a hacer la carrera como cantante lírica, la cual terminó. Quería ser capaz de resolver cualquier situación musical que se le presentara y en la música académica encontró el terreno idóneo para hacerlo. “Me interesaba como desafío de disciplina, de desarrollo técnico del instrumento, me interesaba muchísimo poder ser músico y resolver musicalmente cualquier situación”, afirma.

Sin embargo, la escuela también le causaba incomodidad. Sofía era muy inquieta y el conservatorio muy rígido. Un lugar donde –recuerda- era mal visto escuchar estilos musicales diferentes que no fueran los que se enseñaban ahí. Para ella era impactante estar en una escuela donde no había orquesta, coro y mucho menos gente tocando. Fue así que empezó a hacer audiciones en ensambles de diferentes géneros e involucrarse en la música contemporánea y, casi al mismo tiempo, llegó el estilo que se convertiría en uno de los pilares de su sonido: el jazz.

Tenía 19 años y, gracias a uno de sus profesores que tocaba jazz, escuchó el disco Play (1990), del pianista Chick Corea y el artista vocal Bobby McFerrin. “(Play) Me sorprendió muchísimo. No entendía nada de lo que estaba pasando, ni cómo este hombre (McFerrin) podía generar esa gama tan grande de sonidos y texturas con la voz”. Años después, la vocalista colaboraría con McFerrin en el proyecto Instant Opera, ópera improvisada basada en la historia de la Torre de Babel y que se presentó en el Carnegie Hall en 2008.

A partir de Play, el jazz, y sobre todo la improvisación, se convirtieron en su camino a seguir. Se hizo de una buena colección de discos y libros mientras aprendía de forma autodidacta. Y, a través del mismo profesor que le había dado el disco de Corea y McFerrin, fue que llegó a Charlie Banacos (1946-2009), uno de los maestros de mayor importancia en el mundo del jazz. Sólo que había un pequeño detalle: Sofía vivía en Argentina y Banacos en un bosque en Massachusets. Pero eso no fue impedimento.

Sofía tomó por dos años clases por correspondencia. “Le mandé una carta, y él (Banacos) estaba muy feliz de saber que yo también era griega. Me dijo que le mandara una grabación y me aceptó”, recuerda con una sonrisa. Durante ese tiempo la relación maestro-alumna se centró en el envío de un cassette: él le grababa la clase y los ejercicios que tenía que hacer, y ella, puntualmente, caminaba al servicio postal y lo devolvía con el resultado. “Lo único que yo conocía de este hombre era su voz, nunca lo había visto, no había fotos de él en ningún lado. Recién arrancaba el tema del internet, pero él no tenía nada”.

La relación con Banacos no sólo le dejó aprendizaje musical. Gracias a sus consejos, conoció el prestigiado New England Conservatory de Boston, escuela donde hizo su maestría en jazz e improvisación y que significó su entrada a la música latinoamericana y al circuito estadounidense.

Boston ha sido llamada la “capital intelectual” de los Estados Unidos por su tradición literaria que data desde el siglo XIX y que continúa hasta la fecha por las prestigiadas universidades que se encuentran en la ciudad. Pero también, la música es parte muy importante de su movimiento cultural por sus orquestas, salas de concierto y dos de las más importantes escuelas de música del mundo: Berklee College of Music y New England Conservatory.

Boston no sólo fue la ciudad donde Sofía afinó sus conocimientos sobre el jazz y la improvisación, sino también donde se reencontró con la música latinoamericana y el idioma español. Recuerda que desde el conservatorio en Argentina cantaba en distintos idiomas, pero muy poco en el propio. Sin embargo, en Boston, una amiga suya, quien estaba muy interesada en la música brasileña, la invitó a realizar un recital con repertorio latinoamericano. Para la ocasión, Sofía hizo un arreglo del tema “Ojalá”, de Silvio Rodríguez. “Fue muy emocionante ese concierto. La canción la conocía desde los 15 años. Había una historia más allá de que me gustara la música, la armonía, la melodía; y había también el tema de la conexión, del cero estrés con respecto al texto porque cuando uno canta en otro idioma tiene que prestar mucho más atención a la pronunciación”.

Y agrega: “por más que el inglés lo considere un segundo idioma y no me genere ningún tipo de problema comunicarme, no es mío. Y está siempre ese pequeño estrés que no sentí al momento de cantar en español. Fue muy lindo porque la gente percibió lo mismo. Todo el mundo me vino a hablar de esa canción, que era mágico lo que se había generado. Y me dio mucho gusto volver a cantar en mi idioma porque hacía muchos años que no lo hacía”.

Casi al mismo tiempo, Rei formó un ensamble con su compañero de clase y quien se convertiría en su mano derecha hasta la actualidad, el bajista peruano Jorge Roeder. Con él, y con otro músico peruano que tocaba el cajón, formó un trío en el que interpretaban de manera más personal música de la cantante y compositora Chabuca Granda (1920-1983). “Me enamoré de esa música, me pareció algo tan crudo y sofisticado al mismo tiempo. Muy hermoso”, recuerda.

A partir de entonces, se involucró todavía más en la música afroperuana, hasta que, en 2005, decidió mudarse a Nueva York, la escena musical más competida del mundo y donde fue su encuentro definitivo con la música popular latinoamericana.

“Lo interesante de Nueva York –explica-, es que uno puede aprender con gente muy bestial de estilos muy específicos, que si uno estuviera en un lugar en Latinoamérica. No tendría ese acceso a tantos géneros tan locales que conviven amistosamente en una ciudad como ésta”.

Pero Nueva York, donde radica actualmente, también representó para la vocalista una ciudad en la que pudo desplegar sus habilidades en diferentes escenas musicales. Si uno revisa su trayectoria, sobresalen artistas de bagajes sonoros muy amplios con los que ha colaborado. Desde la compositora Maria Schneider, hasta el saxofonista e improvisador John Zorn. Mención aparte merece la participación que tuvo en Niña Dance, de Ljova Zhurbin, proyecto inspirado en los asesinatos y desapariciones sufridas por mujeres en Ciudad Juárez, México. La pieza fue comisionada por la Carnegie Hall Corporation en 2009. “Lo más codiciado para el músico neoyorkino es poder resolver rápidamente situaciones musicales. Estar listo, preparado, y resolver en distintos estilos”. explica.

Y abunda: “Es una ciudad donde la competencia es muy fuerte, hay mucha gente intentando echar proyectos adelante, es una ciudad muy cara con un nivel de producción enorme, y puede llegar a ser apabullante. Esa sensación de actividad permanente, la sensación de que uno no puede bajarse de esta hiperactividad, pero al mismo tiempo es lo que te impulsa, eleva y te sigue llevando adelante”.

La música de Sofía Rei habla de las sonoridades de las diferentes regiones de Latinoamérica y el diálogo que existe entre ellas, sin embargo, su visión de las músicas tradicionales no es para nada conservadora. “El folclor es flexible, no es algo estático ni conservado en formol. A mí no me interesa hacer música de museo, me interesa hacer música que tiene vigencia hoy y que tiene conexión conmigo y con mi entorno”.

Sofía eleva un poco el volumen de su voz cuando responde, incluso echa un poco el cuerpo hacia adelante, quiere dejar muy clara su postura al respecto y ahonda en el tema. “Yo escuchaba punk rock, no crecí toda mi vida escuchando chacareras. Y eso es lo normal en un argentino de mi edad. Todo eso ya permeó nuestra personalidad musical desde hace muchos años y desconocerlo sería una forma de desconocer lo genuino del ser argentino, mexicano o latinoamericano hoy”, finaliza.

Mira la galería realizada por Jesús Cornejo.

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